El fin de Windows XP y el anclaje tecnológico

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A estas alturas (marzo del 2014), quedan sólo unas semanas para que se termine el soporte para Windows XP, el que probablemente haya sido el sistema operativo más exitoso de toda la historia. Esto no es una novedad, es algo que Microsoft lleva anunciando bastante tiempo pero no por ello ha dejado de generar bastante revuelo.

Dentro de la comunidad técnica, o al menos la que tengo cerca (ya sea en el mundo físico o virtual), la sensación generalizada es que «ya era hora», que Windows XP «está obsoleto» y cosas similares.

Lo cierto es que no faltan argumentos para pensar así: Windows XP es un sistema operativo que apareció en el 2001 y cuya última gran actualización, el Service Pack 3, data del 2008, y muchas cosas han cambiado en el mundo de la informática desde entonces. La consolidación de los servicios en la nube, la necesidad de mejorar la seguridad en equipos que están más conectados que nunca, el acceso a la información del usuario desde múltiples dispositivos, etc., son cosas que hacen replantearse aspectos básicos de un sistema operativo.

Entre la parte menos técnica, y especialmente en el mundo de la empresa, la sensación es diferente. Hay muchos escenarios en los que todas las ventajas que pueden aportan sistemas operativos como Windows 7 y Windows 8, sencillamente, no compensan el coste de la actualización. Y no hablo sólo aquí del coste de la licencia, sino también de la posible necesidad de actualizar el hardware, de formar a la gente en un nuevo sistema operativo y de asegurar la compatibilidad de muchas aplicaciones corporativas, desarrolladas por vete tú a saber quién y qué lenguajes.

Existen muchos puestos de trabajo en los que el usuario sólo utiliza el ordenador para realizar tareas muy concretas, como acceder a un ERP para introducir pedidos, realizar fichajes en un control de producción, o usar un punto de venta. Para esos casos, las ventajas del interfaz Metro (o como se llame ahora), de la integración con OneDrive (o como se llame ahora) o el soporte para pantallas táctiles, no aporta lo suficiente como para dejar de usar Windows XP o algunas de sus variantes (XPe, POSReady 2009, etc.).

Estos factores están pesando mucho en la cuota de mercado que todavía mantiene Windows XP y que según algunos estudios, incluso sigue subiendo. Los datos publicados por netmarkershare sitúan la cuota de mercado de Windows XP cerca del 30% mientras que Windows 8/8.1 está alrededor del 10%.

Cuota de mercado de distintos sistemas operativos según www.netmarketshare.com

Cuota de mercado de distintos sistemas operativos según www.netmarketshare.com (Feb-2014)

Pensad un momento en lo que eso significa. Para una empresa que desarrolle software de escritorio, a día de hoy desarrollar una aplicación compatible con Windows XP puede suponer el triple de clientes potenciales que soportar Metro. Por supuesto no se puede ver sólo de esa forma y hay que pensar en la evolución futura de la cuota de mercado de ambos sistemas operativos, pero la realidad hoy es esa.

Hay quien se queja de que Microsoft deje de dar soporte a Windows XP, pero creo que Microsoft no ha hecho nada malo en esta historia. Microsoft es una empresa que, como todas, busca obtener beneficios, y una parte importante de ellos proceden de la venta de sistemas operativos. Microsoft necesita que se renueve el parque de sistemas operativos instalados para conseguir nuevas ventas de licencias, por lo que es completamente razonable que deje de dar soporte a un producto que tiene más de diez años, y además lo ha hecho de forma programada, informando con antelación y sin ocultar nada.

Para promover la migración a sus nuevos sistemas operativos, Microsoft aprovecha su ecosistema de aplicaciones, servicios y herramientas de desarrollo, como Office, OneDrive, Internet Explorer o .NET Framework, eliminando de ellas el soporte para Windows XP, consiguiendo así ahorrar costes de desarrollo (una plataforma menos a soportar) e incentivar el cambio a plataformas más modernas (acceso a versiones mejoradas de las aplicaciones).

Esto da lugar a una situación curiosa que, estoy seguro, Microsoft ha medido y valorado mucho mejor que yo, pero el 30% de usuarios de Windows XP que hoy quieran un servicio de almacenamiento en la nube, se irán a DropBox o Google Drive (que sí soportan XP), o los que quieran un navegador moderno, se irán a Chrome o Firefox (que sí soportan Windows XP).

Dicen que es más complicado ganar un cliente que mantenerlo, y en el caso de las aplicaciones de uso cotidiano, la inercia al cambio es grande (como se está viendo con el propio caso de Windows XP, o con Google+ tratando de quitar desesperadamente usuarios a Facebook), por lo que Microsoft va a tener difícil convencer luego a estos usuarios de que migren sus datos de DropBox a OneDrive.

Sin duda, es una situación complicada para Microsoft. Por una parte, le interesa “motivar” a los usuarios para migrar a Windows 8, y una buena forma de hacerlo es diferenciarlo de Windows XP ofreciendo este tipo de servicios y aplicaciones. Por otra, le interesa aumentar el número de usuarios de sus servicios, y para eso lo mejor sería hacer el acceso lo más universal posible.

¿Cómo nos afecta toda esta situación como desarrolladores?

Para mi lo interesante de toda esta historia no es tanto si se debe mantener el soporte para Windows XP, o si realmente Windows 8.1 es mejor que Windows XP.

Lo interesante que es que una vez más se puede comprobar la divergencia que hay entre la velocidad a la que evoluciona la tecnología y la velocidad a la que se adoptan esas evoluciones tecnológicas.

Como desarrolladores, disfrutamos usando las técnicas más novedosas y las herramientas más avanzadas. Preferimos jugar con cosas nuevas porque nos hacen (o al menos eso creemos) más productivos y nos permiten resolver nuevos problemas, pero lo cierto es que hay muchas tecnologías «obsoletas» cuyo rendimiento y rentabilidad está más que probada.

No creo que haya muchos desarrolladores deseosos de usar Visual Basic 6 para hacer una aplicación, pero el hecho es que hay muchas empresas que dependen de sistemas desarrollados con esa tecnología y que obtienen unos buenos resultados con ella. Por supuesto, de COBOL ya ni hablamos.

Para estas empresas existe un anclaje tecnológico a plataformas ya desfasadas, posiblemente sin soporte, y los desarrolladores tenemos que adaptarnos a él.

No pretendo decir con todo esto que no haya que mirar hacia el futuro, al contrario. Es fundamental que la tecnología avance y seamos capaces de hacer cada vez cosas más increíbles, pero también tenemos que tener los pies en el suelo y ser conscientes de la realidad en que vivimos y de que nuestro objetivo es solucionar problemas de una forma eficiente.

Cuando elegimos una plataforma, igual que cuando elegimos un lenguaje de programación, debemos tener en cuenta más factores que el tipo de APIs que soporta, lo productiva que nos resulta o las opciones tan novedosas que incorpora, y es necesario pensar también en la adopción que tiene entre nuestro público objetivo, el ciclo de vida que va a tener y las expectativas de futuro que hay sobre la misma.

Por ejemplo, si hoy en día quisieras desarrollar un ERP con clientes de escritorio usando .NET, seguramente lo más prudente sería limitarse a uilizar la versión 4.0 del framework para poder dar soporte a equipos con Windows XP, aunque ello implicase renunciar a características más avanzas de .NET o a determinadas librerías.

Este tipo de situaciones también sirven para recordar la importancia que tiene conocer los conceptos básicos que subyacen a las tecnologías. Hay mucho conocimiento que puedes aplicar de forma independiente a la tecnología que estás empleando en cada momento, y es importante hacer un esfuerzo por adquirir este tipo de conocimiento, puesto que está por encima de plataformas concretas y ciclos de soporte y es lo que nos va a permirtir adaptarnos a convivir con viejas y nuevas tecnologías.

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